6/10/2009
No dejaré de mirar hacia adelante
Sentía inmensas ganas de llorar, en realidad el saber que los cambios son buenos no me ayudaba absolutamente en nada. Después de cerrar un trato, que resolví después de casi un año, di varias vueltas caminando por el bonito centro de la ciudad hasta que por fin decidí ir a ese espacio lleno de vida que mantuve con tanto amor durante muchos años. Entre por la puerta principal, di una palmada en la espalda a Miguel, sonreí a Saúl, y tres mas daban al unísono los buenos días.
Varios pasos me bastaron para que una película entera pasará por segundos en mi recuerdo. Me pare en el marco de entrada a mi oficina, muchos la llamaban refiriéndose a ella “Su cueva” y como no serlo, más de diez horas diarias podía pasar en ese lugar, cerca de seiscientos libros me acompañaban, dos escritorios, varios cuadros, algunas fotos, recuerdos materializados en alebrijes, plumas fuente o barquitos de papel. El silencio albergaba cada pedacito de espacio acogedor donde mi alma se tornaba de colores cada vez que ahí escribía. No pude seguir reprimiendo el llanto, nueve años han transcurrido.
Recuerdo mi primer pedido; fueron siete chamarras, las corte en mi casa y las mande hacer fuera porque no me arriesgaba a confeccionarlas, pensaba no podría hacerlo con la calidad requerida, no tenía marca ni infraestructura alguna, que me sostuviese. Pasaron meses hasta que pensé en rentar un local, era de lo mas pequeño, tal vez de 7mts. X 5 mts. Mi primer empleado fue José. Eramos José y yo, meses después le di nombre a ese negocio que se convertiría años más tarde en la gran empresa que es. Un inicio de siete prendas para llegar a un punto máximo de producción de seis mil unidades mensuales, era el sueño de cualquier emprendedor, sin embargo sabía bien que la producción alcanzada no era en realidad lo importante y si lo era la satisfacción de saber que gracias al creer en un sueño familias enteras, se beneficiaban de la empresa, eso era lo que me daba la pauta para continuar y seguir adelante. En el crecimiento muchos han pasado, la mayoría han permanecido y los que estamos, somos los que somos "los unittis" dicen algunos. Hoy he desmantelado este lugar físico donde por años he aprendido acerca del trabajo en equipo, del cariño y reconocimiento a todos quien entregan la vida en un trabajo diario, he aprendido de significados: lealtad, disciplina, entrega, coraje, responsabilidad, pasión, alegría, entusiasmo.
Di el primer paso adentro, varios, detrás, esperaban por la instrucción para empezar a acomodar mis libros en las cajas, etiquetar los cuadros y el mobiliario para la mudanza. “¿Por donde empezamos?” pregunto uno de mis mas allegados. Respire profundo y asumí la decisión como no pudo ser de otra manera. Entre cuatro personas vaciaron mi lugar, mientras yo revisaba papeles y escritos archivados. Dos horas después ha quedado sin nada. Y sé que me puede la tristeza por la salida del lugar. Ver el espacio sin esa partecita de mi que se podía respirar cuando entrabas, sin mis libros, mis escritos, mis, mis…. Y que diablos es mío? Y que diablos puedo considerar mío si nada lo es. La única enseñanza certera es saber que nada nos pertenece. ¿Y cómo es que vivimos pensando adormecidos? Creyendo que los títulos, que las pertenencias, que los premios, que los reconocimientos e incluso los lugares llenos de esencia o los espacios vacíos, nos pertenecen. Y nada más lejos de la realidad.
Si después de mi salida, debo quedarme con algo, no será ni siquiera el recuerdo, en él reposa el alma de los que viven en el tiempo adormecido. Si debo quedarme con algo, no serán las lágrimas de nostalgia por tiempos pasados. Si debo quedarme con algo, no será siquiera lo ganado en ese espacio. Si en mi partida debo quedarme con algo, por haber dejado ahí mi corazón entero, segura estoy no lo merecería,y no por no estar a la altura si no porque nada me pertenece; ni espacios, ni libros, ni escritorios, ni reconocimientos, ni fotografías, ni empresas. Porque nada es mío y ahí mismo en donde la nada cobra vida, aprenderé a encontrar absolutamente todo, en la enseñanza del desapego seguiré el camino y en cada paso miraré por donde piso sin dejar de perder la vista hacia adelante. A toda mi gente, le doy mi palabra que empeñare mi vida si es necesario para que sin importar el lugar o el espacio, UNITTI siga hacia adelante y cada uno de ustedes crezca como lo merecen.
Con cariño y respeto a toda mi gente,
Raquel Valenzuela